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Reocurrencias

Llegaron para quedarse

por Talita

Las mías son ciertos elementos de la naturaleza, lo absurdo de la infinidad del universo y la manía de dejar cosas a medias. Y me pasa que cuando hablo de la tierra, o del agua o de la luz que se cuela por las hojas de los árboles me pongo toda poética (incluso mi amor por el tomate no puede expresarse mas que en verso) y me da por necesitar muuucho espacio entre frase y frase, entre palabra y palabra. Pero cuando voy más allá, más allá de nuestro planeta, cuando supero los límites de la Vía Láctea, termino en lugares inexplicables. Cuando voy más allá todo es posible. ¿Saben por qué? ¡Porque lo es! Los prepónidos existen y quien lo niegue tendrá que demostrar lo contrario.

Todo esto viene porque anduve revolviendo entre mis cuadernos viejos y encontré un cuentito que escribí hace más de diez años en el que aparece un árbol rojo, muy similar a éste y que tiene un principio muy parecido a ésto. Entonces, antes de pensar que me plagio a mi misma o que ando corta de imaginación, deduzco que son puras recurrencias. Que al final siempre termino pensando y escribiendo sobre lo mismo, pero a diferentes niveles. Las mismas dudas, las mismas inquietudes que se van complejizando a medida que pasa el tiempo y que van haciéndose más gorditas cada vez que digo algo como y si en realidad somos los personajes de una historia que está siendo contada en una dimensión paralela donde ni siquiera somos los personajes principales sino los mindundis que están de relleno y que encima son concientes de su mindundez?

Son mis cabitos, mis cables a tierra (o al espacio). Son reocurrencias que no hacen más que formar este talitanismo que nos une, que nos encuentra en las mismas palabras y en los mismos vacíos. ¿Dónde nos veremos esta vez, en una palabra o en el espacio que separa la A de la O?