Charlas entre mis personajes I
Olores embriagadores y trabajo en equipo
por Talita—¡Shh! Que nos va escuchar —dijo Oni.
—Qué nos va escuchar, sentila como ronca —dijo Martita.
—Por las dudas hablá bajo —dijo Juan—, que ya sabemos que vos sos propensa al escándalo.
—¡Já! Eso es porque ustedes me sacan de quicio —dijo enfática Martita—, sobre todo aquél —dijo señalando a Alfredo.
―¿Yo? —preguntó Alfredo— ¿Pero yo que hice ahora? Si estoy bien calladito.
—Shh, dejalo nena, que no está molestando —dijo Juan.
—Por eso —dijo Martita—, eso quiere decir que se trae algo entre manos.
—Bueno, ahora eso no te incumbe —dijo Oni—, tenemos que encontrar a Nené.
—Nené está haciendo la torta —dijo Martita—, un lemon pie.
—¿En serio, un lemon pie? —dijo Oni entusiasmado— ¡Me encanta el lemon pie!
—¿Y de dónde sacó los ingredientes? —preguntó Juan.
—No tengo idea —dijo Martita—, se los estará imaginando.
—Lleva: manteca, harina y azúcar para la masa… —dijo Oni.
—Andá a buscarla —le dijo Juan a Martita—, creo que va a ser más efectivo que lo hagamos entre todos.
—…jugo de limón, yemas, Maizena y azúcar para la crema… —prosiguió Oni.
—¿Ya puedo sacar a Roberto? —preguntó Alfredo.
—No, ni se te ocurra —dijo Juan—, si lo llega a ver Martita seguro que se pone a gritar.
—¡Ufa! —se quejó Alfredo.
—…y claras y azúcar para el merengue—terminó Oni—. Como pueden apreciar es una tarta altísima en hidratos de carbono de acción rápida.
—Ahá… —dijo Juan.
—¡Ostras! —dijo Alfredo —¿Y no le irá a hacer mal? Por lo de la diabetes, digo.
—Si es una gorda lechona —dijo apareciendo Martita—, se come todo lo que pongas delante, tenga o no azúcar.
—Eso es porque lo controla muy bien —dijo Oni.
—Paparruchadas —dijo Martita—. Nené ya viene.
—¿Ya hizo el lemon pie? —preguntó Oni.
—No, pero ya tiene los ingredientes —dijo Martita—. Te escuchó.
—Bueeeenas —dijo Nené entrando.
—¿Y? —preguntó Oni— ¿Ya está listo?
—¿Pero no escuchaste a Marta? —dijo Nené.
—Martita —interrumpió Martita.
—Bueno, ¿no escuchaste a Martita? —dijo Nené mirándola con resquemor— Tengo los ingredientes nomás.
—Habrá que cocinar entonces —concluyó Alfredo.
—¿Y con qué pretendés que cocinemos? —preguntó Juan —No tenemos artilugios ni adminículos.
—Vos no tendrás —dijo Oni—, pero yo tengo una imaginación fantástica y una memoria olfativa que ya quisiera más de uno.
—Tiene razón, Juan —dijo Nené—, ¿de dónde te pensás que saqué los ingredientes? Supermercados por acá no hay.
—O.K. —dijo Juan—, manos a la obra entonces.
—La base es arenosa pero suave —dijo Alfredo—, el crujido es húmedo,..
—…despreocupado —completó Juan.
—La crema de limón espesa poco a poco —dijo Martita—, empañando los cristales de la ventana que dan al patio. El vapor empaña los anteojos.
—La masa se dora homogénea —dijo Juan—, como la playa que intenta imitar.
—El sonido del batir de las claras con el azúcar —dijo Nené— lleva el compás de un abuelo que mece a su nieta en bazos para que deje de llorar.
—El olor del merengue tostado inunda toda la habitación —dijo Oni— y se posa encima del aroma que ha dejado la masa, ese aroma universal de tardes frías, chocolate caliente y tiempos suaves.
—Y el sabor es un estallido de texturas que recorre nuestro sistema nervioso antes de saber siquiera que lo tenemos en la boca —dijo Alfredo.
—Yo diría que ya está —dijo Martita.
—Casi —contestó Juan.
—Gordi… gordi…
—¿Qué pasa?
—¿Sentís? ¿Sentís ese olor?
—¿Olor? ¿Olor a qué? No siento nada.
—Olor como… a torta.
—¿Estás bajita? Te traigo Coca.
—No, no. Estoy bien.
—Bueno, dormite entonces.
—Sí. Sí.
—Feliz cumple, mi amor.
—Gracias.