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Una cada ocho horas

Salud pública

por Talita

–Buenas tardes.

–Buenas tardes, ¿en qué lo puedo ayudar?

–Si mire, estaba buscando algo para el mal de ojo.

–Vamos a ver… ¿sabe quién se lo echó?

–Mi suegra.

–¿Está seguro?

–Bastante.

–Este tónico es muy efectivo para estos casos, pero…

–¿Si?

–…si no hubiera sido su suegra, tiene riesgo de que le caiga gualicho. Y el gualicho es un poco más jodido de hacer remitir.

–Uhhh. Espérese entonces. No sea cosa.

–¿Marianita? Hola mi amor, ¿me pasás con mami por favor? Gracias mi vida. Gorda. Sí, estoy en la farmacia, escuchame, ¿seguro que fue tu vieja? No, es que si no me cae gualicho. Sí. Sí. No sé, en la de la esquina. Ahá. Bueno, le pregunto. Beso.

–¿Ricardo es usted, verdad?

–Para servirle.

–Parece que mi mujer ha comprado aquí antes y usted le ha dado unos masticables.

–Nooo, no los traigo más. La gente se quejaba de que aflojaban el vientre, así que corté por lo sano.

–Entonces lo que tiene ahora es el tónico.

–También tengo un par de infusiones, pero es un tratamiento más largo.

–Es que es un tema que tengo apuro por zanjar. Déjeme que hago otra llamada y nos sacamos la duda.

–¿Doña Coca? ¿Cómo le va? Si, Jorge le habla. Bien, bien, muchas gracias. Bien también. No, está en casa que hay paro. Sí, era para preguntarle si se acuerda usted de haberme ojeado… Y, no sé, la semana pasada capaz, cuando fuimos a comer los ñoquis. Sí. Mmm, no sé, a ver un momentito.

–Disculpe, ¿con una puteada alcanza?

–Depende.

–¿De qué depende?

–De la calidad.

–“Más pelotudo y nace oveja”. A lo mejor hubo algo más en el desarrollo del día, pero eso fue lo más contundente.

–Imposible entonces. Eso no le da ni para un corte de digestión.

–Gracias.

–¿Doña Coca? No, eso no fue. ¿No me habrá mirado feo? Vio que eso es lo más común… sí, es verdad, apenas si me mira. Bueno, le agradezco igualmente. Saludos a Don Pocho.

–Fíjese que yo hubiera jurado que fue ella. Hasta mi mujer me lo dijo.

–Suele confundirse la hostilidad con la envidia. Piense que la envidia es la base del mal de ojo.

–Tiene usted razón, no lo había pensado así… ¿será alguien del trabajo?

–¿En qué trabaja usted?

–Soy empleado público, trabajo en la…

–¿Empleado público dice?

–Sí, hace unos veinte años.

–¡Veinte años! Pero hombre, ¿y recién ahora tiene síntomas?

–Siempre tuve problemas para dormir, pero últimamente también tengo jaquecas. ¿Cree entonces que es alguien de mi trabajo?

–¡Lo que usted tiene es una salud de hierro!

–Pero digo, ¿será alguien del trabajo? Por lo del tónico le pregunto.

–¿El tónico? Ahhh, nooo, olvidese: lo suyo es crónico. Viene inherente a su ocupación.

–¿Crónico? ¡Pero eso quiere decir que no se cura!

–Quiere decir que se va a tener que cuidar más.

–No lo puedo creer… y tendré que tomar algo, ¿no?

–Ahora le explico. Mire: tiene que tomarse una de estas antes de ir a dormir y estas dos con el desayuno. Este es un miorrelajante nomás, pero le va a venir bárbaro para el problema del sueño. Esta le genera una película protectora, es para prevenir, mientras que esta otra ataca el problema de forma activa.

–¿El problema?

–El cliente.

–Ah.

–Las toma entresemana. Durante el fin de semana descansa, a no ser que tenga que hacer horas extra o algo así. Y cualquier cosa me consulta.

–Muy amable Ricardo. Cobrese por favor.


–Gorda. Sí, ya estoy yendo para allá. No, no era al final. Es crónico, dice, por el laburo. Me dio tres pastillas, ninguna por mutual. No sé, hasta que me jubile supongo. Bueno. Ah, no, si me quedé sin plata. Y sí, a mi también me gustan más con queso, pero qué querés, la vida es así de hija de puta.