El fin del mundo
This is the way the world ends
por TalitaCómo puede ser que sea así, silencioso y con el sol brillando a través de las ventanas. Dónde está el cielo desangrado, la tierra abriéndose por la mitad dejando salir criaturas espantosas de sus entrañas. El horror no nos asalta en forma de monstruo descomunal o de meteorito imparable, sino que se nos sienta encima del pecho y no nos deja levantarnos de la cama. El horror, como nosotrxs, se queda en casa. Intentamos desterrarlo mirando comedias en Netflix, siguiendo con las rutinas de trabajo o estudio, pasando horas en las redes sociales indignándonos o autoconvenciéndonos de que "todo va a salir bien". Pero no. El fin del mundo sigue ahí. Habitándonos. Se nos aparece en los sueños, como esa vez que no encontraba a Axel y le decía que era como si me faltara un brazo o esa otra en que tenía a Guzmán abrazado mientras dormíamos la siesta y me desperté abrazando mi propio brazo. El fin del mundo en un (a)brazo. El fin del mundo en un cerrar y abrir de ojos. A veces se queda en la mitad, en ese momento que no es realidad ni sueño, y comienza a rascar, arañar, cavar su camino hacia adentro. Casi siempre nos arranca el corazón de cuajo y se lo tira al primer viandante que pasa sin mascarilla, en forma de mirada reprochadora o en forma de insulto a través de twitter. Pero otras veces se ensaña y nos lo saca de a poquito, con cuidado de no desconectar arterias ni aortas y así, chorreando luz líquida, lo pone delante de nuestras caras. Nos pone frente al espejo y deteniendo el tiempo nos muestra en lo que estamos mirando. La luz cae de entre los deditos del íncubo como claras separándose de sus yemas y se mezcla con el mundo, el mismo mundo que afuera no arde y que sigue como si nada, cae, se mezcla y flota, como las particulillas o los miasmas que los clásicos imaginaban en sus historias de terror y que hoy los científicos son capaces de ver a través de inconcebibles cristales magnificadores, flota delante de nuestras caras delante de nuestras caras, flota quitándonos por un momento el aliento. "This is the way the world ends" nos dice, "not with a bang but a whimper". Y nosotras, pobres criaturitas de Schrödinger, aquí seguimos, tan vivas y tan muertas como de costumbre.
"I believe I am dying. In the blood clots I see tiny flecks of what looks almost like, if I have to try and find a description, liquid light".