InicioCategoríasSobre mí

Siete

Parte V

por Talita

Cinco


—Todavía nos faltan los prospectos —dijo Oni revisando sus anotaciones.

Martita se había dormido a los pies de Juan, que ahora tomaba un té con leche. Oni anotaba y escribía cosas sentado en un sillón de mimbre.

—Yo ya estoy en eso —dijo Nené llegando—. Tengo a la 12 a cargo.

—¿La 12 sabe? —preguntó Oni sorprendido.

—La 12 sabe todo, es nuestro contacto interno. Sin ella…

—¡Y yo que pensaba que era una botona!

—Las cosas no siempre son lo que parecen, querido.

—Bueno, entonces ella se ocupa de los prospectos —intervino Juan—. ¿Va a venir también a la reunión?

—No, no. Ella se ocupa de la logística nomás, que si la llegan a agarrar con las manos en la masa se le acaban los privilegios. ¿A qué hora arrancamos? —preguntó sentándose en un sillón que quedaba libre.

—La hora prevista es la una —contestó Oni— pero puede variar según la emoción con que empinen el codo, así que hay que estar atentos a los mensajes cifrados.

—¿Mensajes cifrados? —preguntó Nené achinando los ojos.

—Los golpecitos en la pared —dijo Juan después de un sorbo.

—Ah.

Alfredo volvió, pero con la jaula y Roberto dentro de ella.

—¿Qué pasó? —preguntó Juan un poco desconcertado— ¿No habían quedado en que no más jaula?

—Sí, pero mirá —dijo Alfredo abriendo la puertita y apoyando la jaula en el suelo. Roberto salió, husmeó a Martita y a los troncos que estaban al lado de la chimenea, y apenas sintió el calor del fuego cerca frunció el hocico y volvió presto a su jaula. Se acomodó en su cucha, predisponiéndose a dormir, cuando Alfredo hizo el ademán de trabar la puerta. De inmediato Roberto levantó la cabeza e irguió las orejas, deteniendo así el amague de Alfredo.

—¿Ven? Necesita creer que es libre, ¡como la gente! —dijo Alfredo satisfecho.

—A veces yo no sé si vos sos o te hacés —dijo Oni después de reflexionar un momento.

—¡Oni! —lo retó Nené.

—¡Pero si es verdad!

—¿Usté no puede escribir solo o se hace?

—¿Cómo me voy a hacer? Si…

—¡Entonces chitón!

—Perdón —dijo bajando la cabeza.

Nené le guiñó un ojo a Alfredo y se levantó.

—Me voy a hacer unos mates, que esa chanchada que está tomando Juan me dejó mal cuerpo.

—¡Ah, Nené! —gritó Alfredo—. Dice la 12 que te dejó el chalcito que le pediste en tu pieza.