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Los insignificantes

Olvidos rencorosos

por Talita

–¿Qué más queda? –Creo que ya está todo. Bueno, están los libros y cds que la gente no se llevó. –¿Los tiramos? –Me da cosa. –Bueno, se los dejamos al dueño. –A lo mejor es una linda sorpresa para el próximo inquilino, ¿no? –Bueno. Entonces voy bajando la basura. –O.K.


–¿Sabés quién está abajo? –¿Quién? –Tus amigos de Vallecas. Esos que no vinieron a la fiesta de despedida. –Ah. –Están cenando en el hindú de acá abajo. Les dije que te tocaran el timbre y se pusieron incómodos. –Pff… –Esos eran tus grandes amigos, con los que salías siempre, ¿no? –Ya. –Al lado de tu casa y no son capaces de llamarte para desearte buen viaje. –Ya, ya. –No entiendo por qué te ponés mal. Ni que fuera una gran pérdida. –Y qué querés, ¡es raro! Gente con la que casi conviviste y que ahora ni te habla. –Si por lo menos fuera gente interesante… –Ya sé, ya sé. Pero es que me enferma que a ellos no les afecte, que puedan pasar como si yo nunca hubiera estado. –No te des manija. Bajemos a comer algo. –Buéh. –¿Los vas a saludar? –No sé.


–Mirá, los tendríamos que haber esquivado. –¿Por? –Era más sano extrañarlos. –Pensá en los próximos inquilinos: te van a querer sin siquiera conocerte. –Tenés razón. Eso ya significa algo.